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sábado, 24 de noviembre de 2018

Hygge: Gracias Dinamarca



¿Qué es hygge?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es hygge? ¿Y tú me lo preguntas?
Hygge...

Pues la verdad es que no está tan claro lo que es el hygge. Estamos hablando de un sentimiento, una manera de estar, vivir y sentir. Vayamos a las raíces del concepto:

Algo huele muy bien en Dinamarca y es que está considerado de los pueblos más felices de la Tierra. No parecen importar las inclemencias de su clima, las pocas horas de luz de las que disponen durante un largo periodo del año... Ni siquiera los impuestos elevados que han de pagar les amargan la existencia. Estamos ante unos ciudadanos con un buen nivel de vida, un sistema educativo y una educación excelente (ambas cosas no son lo mismo) y una filosofía de vida que les hace afirmar ante la carga fiscal que soportan que "no están pagando impuestos, estamos invirtiendo en nuestra sociedad". ¡Ay lo que nos queda por aprender!

Es cierto que sí hay una definición de esta palabra noruega (recordemos que Dinamarca y Noruega fueron en su día una sola nación) y es BIENESTAR. Pero ¿cómo se manifiesta ese bienestar en el día a día? ¿Cómo me puedo sentir bien?

Los compatriotas del gran actor y bailarín Mads Mikkelsen lo tienen muy bien organizado. El hygge se puede adaptar a tu vida cotidiana, al verano, al invierno (sobre todo), fuera de casa, tú solo, con la familia y amigos, y prácticamente en todos los casos se cumplen una serie de códigos que has de seguir para ser un fiel practicante del bienestar. A saber:

- Despreocupación
- Buen rollo
- Paz
- Seguridad
- Comodidad
- Generar recuerdos y vivencias
- Tribu (llámalo familia o amigos)

¿Y cómo se pone esto en práctica? ¡Ahora llega mi parte favorita, qué emoción!
Empecemos por este kit básico de hygge:

- Velas
- Mantas
- Dulces (muchos dulces, sobre todo de chocolate)
- Bebidas calientes (café, cacao, infusiones)
- Ropa cómoda (calcetines de lana, jersey calentito)

Opcional:

- Película
- Libro
- Cuaderno y boli
- Juegos de mesa
- Música
- Material para manualidades

Estamos en otoño, época ideal para poner en marcha las enseñanzas hygge. Lo más típico es que tengas lo primero tu "rinconcito", el lugar de tu casa donde te sientes mejor, donde montas tu chiringuito y te sientes cómodo. El ritual comienza encendiendo unas velas para iluminar o, al menos, adornar esa zona. Ponte la ropa con la que te sientas más a gusto, ese jersey ya con bolas y que te queda demasiado amplio pero con el que te encuentras arropado, esos calcetines con los que ya ni hace falta ponerse zapatillas. Rodéate de mantas o cojines, prepara tu bebida caliente favorita (donde esté un colacao, que se quite todo) y acompáñala de unos dulces. Total y absolutamente obligatorio lanzar lo más lejos posible el maldito móvil con todas las redes sociales juntas, nada de tablet, ordenador, ¡de ninguna manera! ¡Es tu momento de calma, paz y tranquilidad y esos trastos son la némesis del hygge!

Una vez instalado, se puede optar por la actividad que más placentera resulte: leer un libro, escuchar música o interpretarla con el instrumento que tengas por casa, escribir las ideas que se te ocurran, ver una peli, dedicarte al maravilloso mundo de las manualidades creando algo... Al gusto del consumidor.

Alguno de mis muñecos escenifican "básicos" hygge.

Si eres una persona muy social y este plan te resulta muy solitario, el hygge también puedes encontrarlo quedando con amigos y familia, disfrutando de alguna experiencia nueva (quizá no hayáis ido juntos nunca a buscar setas, por un poner), estrenando un nuevo juego de mesa que nadie ha probado (¿qué tal "Pestañas asesinas", el gran juego de drag queens contra zombies?) o compartiendo esa receta que te ha salido de rechupete mientras el resto colabora con las bebidas, el postre, la decoración de la mesa... Cuidado, hemos dicho al principio que el hygge es buen rollo, con lo que las conversaciones conflictivas, por ejemplo, sobre política o sobre el VAR, están terminantemente prohibidas. La cuestión es crear momentos dignos de ser recordados por todos con una gran sonrisa.

¡Ojo! No hace falta gastarse mucho dinero para disfrutar de tu momento hygge. De hecho, el "brilli brilli" y la acumulación son bastante anti-hygge, o lo que es lo mismo, gastarte el sueldo en los elementos que configuran "tu rinconcito", no te garantiza ni mucho menos sentirte mejor.

Sólo un último apunte referido a las estaciones del año. Como se ha podido ver, el hygge está muy relacionado con el frío y el quedarse en casa pero, ¿qué ocurre con los países con cálidos y largos veranos?, ¿nos quedamos sin hygge? ¡Qué va! Se puede encontrar esa despreocupación y relax haciendo una barbacoa en buena compañía una noche de verano, yendo de excursión por la naturaleza o cambiando en tu rincón favorito el cafelito por tu zumo fresco favorito (hecho por ti, por favor).

¿Y qué pasa con mi hygge? ¿Debería predicar con el ejemplo, no? ¡Por supuesto! Con mucho gusto:

Mi rinconcito desde luego es mi sillón, donde atesoro grandes cojines y mantas. Dado que las velas de cera (que me encantan) no sólo son un peligro si no se colocan y tratan correctamente sino que, además, los productos de su combustión son venenosos y obligan a ventilar la casa al finalizar su uso, hace ya muchos años que opté por velas de led. De esta forma, con cualquiera de mis tazas gigantes llena de colacao, café o alguna de mis infusiones favoritas (¡¡¡ese té de Navidad por favor!!!), me dispongo a ver una película, una serie, a leer un buen libro (sobre todo) o escribo. Esas son las actividades que más me gusta hacer en mis momentos hygge. Los dulces desgraciadamente los tengo bastante vetados pero si tengo un momento de debilidad, unas galletas rellenas de chocolate o unos bombones son bienvenidos.

Fuera de casa, tengo muy claro que mis rincones hygge son las bibliotecas y los museos. Tranquilos, ahí pongo en práctica la parte relax y tranquilidad del concepto, no me veréis arrastrando mantas por los pasillos ni andando descalza sólo con los calcetines de renos de Suecia que me regaló mi hermana:

¡Qué bonitos son!

Si tengo que quedarme con alguna experiencia hygge en sociedad, escojo una reunión alrededor de un juego de mesa (ese Monopoli o ese bingo casero que tanto disfruto) o una quedada para ver una serie que nos guste a todos y comentarla con los demás.

Pero, ¿cuándo llega la apoteosis del hygge? ¡Adivinaron! ¡EN NAVIDAD! Todo lo comentado anteriormente, los daneses y yo lo elevamos a la enésima potencia en las fechas que se avecinan. ¿Qué mejor momento para disfrutar calentitos en casa, reunirse con los seres queridos para desearse lo mejor en estas fechas, disfrutar de dulces, velas, chocolates calientes...? Llevo ya semanas nerviosa preparando, entre otras cosas, las humildes tarjetas de felicitación navideñas hechas con mis propias manos, ¡con mil imperfecciones pero realizadas con todo el cariño del mundo! Sí, sé que el exceso y la profusión de estos días quizá puedan chocar con la sencilla sobriedad que debe envolver el hygge, pero ahora prevalecen la creación de recuerdos bonitos, generalmente en compañía, el buen ánimo y todos los sentimientos que caracterizan al bienestar.

Hablando de comida, aunque la foto es un horror y el chef Gordon Ramsay me mataría por esta presentación, os muestro unas albóndigas de una receta danesa que encontré en un libro y que, insisto, a pesar del pobre aspecto, fueron devoradas por los comensales y no quedó ni los restos de salsa en la olla:

No veas tú cómo estaban las albóndigas con el arroz.
No quedaron ni albóndigas, ni arroz, ni salsa, ni pan.

En fin, que cada cual adapte el concepto a su gusto. Yo soy feliz siendo una hyggona. Y que no les engañen: NO SALGAN DE SU ZONA DE CONFORT.




1 comentario:

  1. Si para comerse esas albóndigas hay que ser hygge, yo me hago hygge ya mismo!!!

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