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jueves, 5 de septiembre de 2024

Empieza la "Spooky Season": una de fantasmas



¿Pero qué me dices? ¿Fue este el autor que acuñó el mítico, a la par que denostado, típico tópico comienzo de "Era una oscura y tormentosa noche..."?

No sabía quien era el escritor que tantas burlas había cosechado por ello hasta que me informé sobre el autor del relato que les traemos hoy. Venga, un poquito de "güiquipedia" para situarnos: Edward Bulwer-Lytton nació en Londres el 25 de mayo de 1803. Pobre no era, ya se lo digo yo. Niño precoz talentoso sí. Niño porculero, también. 

Sus primeras incursiones literarias comenzaron en 1820. En 1822 ingresó en el Trinity College en Cambridge y ganó su primer premio por una obra poética en 1825. Se pasó un rato en el ejército tras licenciarse en la universidad y, ¡ay! se casó con una moza a la que su madre no podía ver ni en pintura y, ¡ay!, la creadora de sus días le retiró su asignación económica. Ya les dije que no era pobre. ¿Resultado? Tuvo que ponerse a trabajar. (Nota: el matrimonio acabó como el rosario de la Aurora. Su exmujer se dedicó a ponerle a caldo en una novela en la que le caricaturizó. Como ven, no es nuevo que las mujeres facturen en lugar de llorar).

Total, que este dandy se puso a hacer lo que mejor se le daba: escribir. Fue poeta, novelista, dramaturgo, periodista y hasta político. Y ojo que en su día vendió tanto como Dickens, pues tal era su popularidad. De hecho fue un gran amigo del maestro Charles hasta tal punto de que Edward fue el padrino del décimo hijo de Dickens y se llamó igual que él.
 
Eduardo tocó muchos genéros como he enumerado antes: novelas de alta sociedad, de policías y ladrones, históricas, filosóficas y de fenómenos sobrenaturales, como el relato que hoy nos ocupa. Como tantos en su época, Bulwer-Lytton estaba interesado en el ocultismo y perteneció a sociedades secretas y esto ya nos ayuda a enlazar con el relato que, sin más preámbulo, pasamos a comentar.

Qué victoriano él

"The Haunters and the Haunted" o "The House and the Brain", son los títulos con los que podemos encontrar "La casa y el cerebro". Considerada como una obra esencial en el género sobrenatural, fue publicada en 1859. Posteriormente se volvió a editar pero en otra versión más reducida, con una parte final eliminada por el propio autor.

¿Y qué encontramos aquí? Pues un clasicazo: una casa encantada, que aquello es un no parar de fantasmas. Los inquilinos de esta mansión en Oxford Street (Londres) no le duran al arrendador ni tres noches, pues las escenas aterradoras que se suceden sin parar en el inmueble echan hasta al más templado de este Airbnb versión poltergeist. ¿A todos? Pues no. Un aguerrido caballero decide instalarse en la casa, asegurándole al dueño que se quedará hasta descubrir lo que realmente sucede, pues está convencido de que los fenómenos tienen una causa que se puede explicar racionalmente.

Y allí que se muda con su criado (que va de chulito como su señor pero no aguanta ni el primer asalto fantasmagórico), y desde el minuto uno empiezan a ver las manifestaciones de los habitantes del "universo paralelo" de la casa: huellas de pisadas infantiles en un patio mojado justo delante de ellos, cuando allí no hay niño ni hay "ná", mobiliario que se mueve sin que nadie lo empuje, puertas que se cierran y abren solas, lucecitas de colores que no se sabe de donde han salido, aparecidos, sombras gigantescas... Vamos lo típico. Parece que todo parte de una habitación concreta. Así que el protagonista se concentra en investigar hasta el último recoveco de la misma para llegar al origen de todos estos fenómenos. Y hasta aquí puedo leer.
 
La verdad es que el relato es de lo más entretenido y sientes curiosidad por saber si la racionalidad y el "método científico" consiguen aclarar el follón sobrenatural de la casa. Me gusta mucho la distinción que establece el protagonista entre los conceptos de horror y miedo, para justificar el motivo por el que él no sale corriendo de la mansión a las primeras de cambio. La resolución me gusta, más por la parte estilística que por la racional, pero oigan, que esto es una historia de fantasmas, no un tratado de física aplicada.

Léanlo por favor, que es breve y una perfecta compañía para una tarde otoñal.

Por cierto, con respecto a la frase que acuñó Bulwer-Lytton con la que comenzaba esta entrada, pues qué quieren que les diga... ¿Hay algo mejor para una gótica que una oscura y tormentosa noche? Pues ya les digo yo que no.

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