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viernes, 3 de octubre de 2025

"Naturaleza muerta": Ahora resulta que el terror cósmico es lo mío


Terror cósmico... Bonita etiqueta que me remite a bichos abisales, tentáculos, montañas de la locura, tentáculos, seres primigenios, tentáculos, Dunwich, tentáculos, Miskatonic, tentáculos... De verdad que había intentado mil veces que me gustaran por narices las historias de Lovecraft y sucedáneos pero oiga, ni por esas.

Hasta que llegó este escritor de Castellón y su historia ubicada en Valencia y, ay amigos, esto sí, esto es otra cosa. O al menos es "mi cosa".

Por una vez, estoy totalmente de acuerdo con una de las opiniones reseñadas en la contraportada del libro: sí, es adictivo y no vas a poder soltarlo hasta saber en qué acaba esta locura (nunca mejor dicho) que mezcla fincas rústicas en Valencia con un terror abisal que se oculta bajo el pantano que las rodea.

¿Por qué este tipo de historias tienen que ocurrir solo en Maine, Winconsin o en cualquier otro estado USA que seguramente no pisaré en mi vida? Me siento mucho más identificada con un relato de terror que sucede en una tierra en la que he pasado vacaciones y jornadas falleras maravillosas, con situaciones que entiendo y con personajes a los que podría poner nombres y apellidos (emmm... no sé si estas dos últimas afirmaciones me dejan en muy buen lugar, teniendo en cuenta la trama y los caracteres del libro). Y, qué caramba, que la novela está perfectamente escrita y es súper entretenida.

Quiero desvelar lo mínimo posible de esta rocambolesca historia. Baste decir que una joven ejecutiva de gran ciudad decide aprovechar la ganga que descubre en un portal inmobiliario. La compra de este terrenito le sirve para escapar por un lado del stress laboral y por otro del disgusto sentimental tras su separación. Ambas situaciones combinadas la han llevado a padecer tanto depresión como fibromialgia. Pronto descubrirá que lo barato es caro y que ponerte a hablar con un gato de la finca y que este te conteste no es ni medio normal. Los peculiares vecinos también te hacen sospechar que por algo ese terreno estaba a un precio tan asequible. ¡Estos sí que saben celebrar una junta vecinal como Dios manda! Bueno, en este caso como Dios exactamente no.

Cuantas ganas tenía de volver a escribir mi típica tópica frase: les ruego encarecidamente que lo lean. Yo desde luego ya me hecho con más trabajos de Emilio Bueso.

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