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domingo, 19 de mayo de 2019

¿Pero qué hago viendo Eurovisión si yo soy de la OTI?



"Ay dios mío, ay dios mio... Qué calvario estoy pasando... Dios mío... Otra, otra, otra, otra... ¡¡¡Qué no aprendo!!! ¡¡¡No doy una!!!..." Hago mías las frases del gran Ignatius Farray tras una noche más de frustración y sensación de timo tras ver, por enésima vez, el festival de Eurovisión. Hemos quedado en el puesto 22 de 26 (y por la piedad del voto popular, que los jurados profesionales nos habían dejado los últimos). Mucho artificio estético, mucho efectito especial, mucho bailecito pero a nivel musical una auténtica caquita fría infumable, aburrida y anodina. ¿De verdad alguien me puede cantar hoy la canción ganadora? ¿Alguien se acuerda?

En las horas de insomnio y reflexión que han seguido a tamaño chasco, he llegado a la conclusión que lo mío era la OTI. Qué noches de gloria disfrutamos con ese festival entre hermanos, más modesto que el eurovisivo sin duda, pero con una ternura y sensación de familiaridad que no tiene el europeo ni de lejos.

El festival de la Organización de Telecomunicaciones de Iberoamérica, pues tal es el significado de las siglas OTI, tenía el loable propósito de fomentar el intercambio de contenidos culturales a ambos lados del charco. Celebrado por primera en Madrid el 25 de noviembre de 1972, tuvo veintisiete ediciones. La mala suerte se cebó con este festejo porque hubo ediciones que no se pudieron celebrar debido a desastres naturales en el país organizador o incluso se tuvo que cambiar precipitadamente la sede por el estallido de una guerra civil, como sucedió en 1978 en Nicaragua.

La portada lo dice todo

La verdad es que era muy entrañable, todos nos conocíamos. En las ediciones que más países concursamos nos juntamos 25. Eso fue en 1992 y 1993. Antes de que Eurovisión se inventara lo de traer países invitados, como Australia, la OTI ya dio voz a Canadá, a Aruba y a Guinea Ecuatorial (por nombrar unos ejemplos) en distintos años. ¡Si hasta se llegó a celebrar en Estados Unidos tres veces! Y esas puestas en escena... Un festival serio señores, que de la primera a la última edición siempre hubo una orquesta interpretando las canciones y no como en Eurovisión, que hace años que la música es una cinta sobre la que, supuestamente porque yo lo dudo en bastantes casos, se canta en directo. Eso sí, ayer quedó más que patente que Madonna, la artista invitada en esta edición, cantaba en directo, ejem.


Ana Reverte: una de nuestras flamantes ganadoras

Pero vamos a lo que importa. ¡Cuántas alegrías nos dio la OTI en contraposición a los disgustos que nos lleva dando Eurovisión desde hace décadas! ¡¡¡ Qué lo ganamos seis veces, señores!!! ¡¡¡Y hasta alguno de nuestros representantes en más de una ocasión!!! Así sí merece la pena poner la pasta para que esto siga adelante. No como el otro festival, en el que somos uno de los cinco pringaos del "Big Five" (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España), los paganinis de todo el sarao, para que quedemos en ridículo año tras año. La OTI no tuvo tanta suerte: las desgracias explicadas anteriormente, la falta de interés por retransmitir la gala en algunos países, el cuestionado sistema de votaciones y la falta de financiación, dieron al traste con el sueño hispanoamericano (la verdad es que hay otra teoría que explicaría porqué el festival no se volvió a celebrar tras su edición del año 2000. Tiene que ver con la representante que enviamos ese año y la fama que arrastra su apellido: Pantoja... Ahí lo dejo).

A modo de unas pocas pinceladas, me gustaría rescatar del olvido alguno de mis participantes favoritos como el Grupo Unicornio, que representaron a Venezuela en el año 1982, alzándose con el triunfo interpretando la canción "Puedes contar conmigo":



¡Y qué decir de la canción desconocida de Francisco! Todo el mundo sabe tatarear "Latino", el bombazo con el que ganó en 1981, pero ¿quién recuerda "A dónde voy sin ti" con la que se alzó por segunda vez con el triunfo en 1992?




Y aquí mi favorito absoluto: Jesús Fichamba. Este encantador intérprete ecuatoriano concursó en 1985 con la canción "La Pinta, la Niña y la Santa María". Quedó en segundo puesto únicamente porque México había sufrido recientemente un terrible terremoto y Eugenia León, la representante de ese país, se llevó el galardón. Fue tan obvia tamaña injusticia que Eugenia lo primero que hizo al saberse ganadora fue abrazarse a Jesús. Gozen de la canción que quedó la número uno en todos los corazones  (no se pierdan a los presentadores. Está claro que la gala ese año se celebró en España):




Una anécdota sobre la representación española en aquel año 85: algunas cabezas pensantes de RTVE decidieron que sería una buena opción mandar al festival a Alaska y Dinarama con "Ni tú ni nadie" (temazo). Pero se impuso la mayoría más conservadora, decidiendo que Dinarama "eran bazofia" y mandamos a... Caco Senante.

En fin, un año más de pena y desconsuelo en el "eurofeshitval", de rasgarnos las vestiduras y preguntarnos "¿en qué fallamos?", ¡¡¡cómo si no fuera obvio!!! Voy a hacer un chiste malo parafraseando el título de la verbena esa de canción que llevábamos este año: a ver si se nos cae la venda de una vez, sigamos los sabios consejos del Decálogo Eurovisivo y a triunfar. Me quedo con mi Yuri y su "Deja", digno tercer puesto en la OTI 1981. Pues eso ¡dejemos ya de quejarnos y salgamos de Eurovisión!




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