Maruja Mallo (nombre real Ana María Gómez González) nació el 5 de enero de 1902 en la localidad de Vivero (Lugo). Su padre pronto se dio cuenta del potencial artístico de la niña y, cuando se trasladaron a Avilés en 1913, ya se encargó él de que su hija recibiera formación artística.
Elementos para el deporte (1927) |
En 1922 Maruja se traslada a Madrid, entrando a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ¿Y de quién se hizo íntima allí? Nada más y nada menos que de Dalí, quien la definió como "mitad ángel, mitad marisco". Curioso piropo. En estos años también conoció a gran parte de la Generación del 27 de la que se hizo muy amiga (llegó a tener una relación profesional-amorosa con Alberti) y formó parte de "Las sin sombrero". Con este nombre se agrupan una serie de mujeres artistas nacidas a finales del siglo XIX y principio del XX y la denominación se debe a la anécdota que protagonizaron Mallo, Dalí, Lorca y la también pintora Margarita Manso: un día, andando los cuatro por la Puerta del Sol de Madrid, se les ocurrió tirar los sombreros que llevaban puestos, gesto que en la época se consideró tal desfatachez que los viandantes les empezaron a tirar piedras y a llamarles "maricones". Genial la respuesta de Lorca a sus atacantes: "Lo mejor de todo es que no lo somos".
Mujer con cabra (1927) |
No sería el único lío en el que se metería este grupo de amigos. En una ocasión, Mallo, Manso, Dalí y Buñuel se presentaron en el Monasterio de Silos para escuchar un concierto de canto gregoriano. Los monjes les dijeron a Maruja y a Margarita que "allí no entraban faldas", dicho lo cual, Lorca y Dalí se quitaron sus chaquetas e improvisaron unos pantalones para ambas. En palabras de la propia Mallo: "Fuimos los primeros travestis que entramos en ese monasterio".
Verbenas (1927) |
Lorca compartía su afición por el jazz con Maruja, así que ambos iban a ver las actuaciones de una orquesta de este género que tocaba enfrente de la Residencia de Estudiantes. El comentario de ella sobre Lorca en estos eventos tampoco tiene desperdicio: "A Federico le maravillaba ver a los negros a través del verde del peppermint que nos bebíamos mientras tocaban".
Antro de fósiles (1930) |
Formó parte de la Escuela de Vallecas, movimiento artístico creado por el pintor Benjamín Palencia y el escultor Alberto Sánchez en 1927. Pretendían renovar el arte en España siguiendo las vanguardias europeas.
Naturaleza viva (1939) |
Qué talento no tendría esta mujer que el mismísimo Ortega y Gasset, organizó la primera exposición de Maruja en 1928 en la sede de la Revista de Occidente, de la que era director. Fue un verdadero éxito. En 1932 consiguió una beca para para ampliar estudios en París y allí también se codeó con lo más granado de la modernidad. De hecho, el propio André Breton le compró el cuadro "El espantapájaros", que era una de las obras en la exposición individual "Antro de fósiles". En esa misma exposición conoció a Picasso, con el que también entablaría una gran amistad.
El espantapájaros en cuestión |
Volvió a Madrid y en 1933 compaginó sus actividades artísticas con la de profesora de dibujo y pintura en un colegio de Arévalo (Ávila). De aquella época es la siguiente anécdota: Maruja iba al colegio en bicicleta y hubo un día que tenía tanto frío (ya sabemos cómo son los inviernos en Ávila), que se metió con bicicleta y todo en una iglesia en la que se estaba oficiando una misa. Tras darse una vueltecita por el recinto y entrar un poco en calor, Mallo salió tal y como había entrado. Según sus propias palabras "las beatas pensaron que había sido la aparición de un ángel".
El racimo (1944) Un prodigio geométrico |
Será por algas |
No sería hasta 1962 cuando regresó a España instalándose en Madrid, de donde ya no se mudaría de nuevo. Volvió muy asustada, pensando que el propio Franco la reconocería y la detendría, pero lo que sucedió es que nadie se acordaba de ella y Franco ni siquiera sabía quién era.
A finales de la década de los setenta y principios de los ochenta los "modernos" la reivindicaron y la intentaron poner de moda de nuevo, pero esa renovada popularidad le duró muy poco. Desgraciadamente, al final se la reconocía más por su extravagante presencia (esos maquillajes que ella tanto cuidaba...) que por su obra.
No sin mi máscara (que es como Maruja llamaba a su característico maquillaje) |
Maruja Mallo falleció el 6 de febrero de 1995. Un brindis por esta gallega universal, abanderada de las vanguardias y el surrealismo en España, obsesionada con la geometría, que estudiaría con pasión para plasmarla en sus obras, y que vivió como le dio la gana.