viernes, 18 de enero de 2019

No robarás



Qué mes más malo es enero para mí. Qué miseria me envuelve por mi dichosa depresión postnavideña, qué abyectos pensamientos se instalan en mi mente. Ruin, despreciable, perversa, canalla... Todos los sinónimos que he encontrado en el diccionario se quedan cortos para describir mis instintos más ocultos cuando estoy resentida. ¿No me creen? Hoy Bitácora Improbable abre su negro corazón y les confiesa tres deseos irrefrenables que le hacen pecar en contra del séptimo mandamiento:

NO ROBARÁS

¿Qué no?

- Robar a una niña artículos de Sylvanian Families:

¿No son adorables?

Lo quiero sí o sí

En serio. ¿de verdad un niño aprecia la ternura
que esta escena desprende?

Seamos sinceros de una vez: ¿no les repatea que siempre se diga que hay cosas que sólo los niños pueden disfrutar? A mí sí porque no es verdad. Los niños no tienen conciencia del valor de las cosas, su ilusión es pasajera y caprichosa. La ilusión de un niño, la ilusión de un niño... Muy sobrevalorada me parece a mí que está la ilusión de los niños...

Ahora bien, un adulto es consciente del coste de las cosas, lo que cuesta conseguirlas y disfruta mucho más con su posesión. Cuando digo cosas pueden ser materiales o emocionales. Es imposible que un infante disfrute lo que yo disfrutaría si tuviera, por un poner, la mansión de los muñecos más bonitos jamás creados, los Sylvanian Families, con su familia conejo, la familia erizo, perros chifon, gatos esmoking y sus miles de complementos y residencias.

Qué tentación tuve recientemente en un centro comercial de arrancarle de las manos a una inocente criatura la caja de la hermana coneja con su piano que despreocupadamente llevaba medio colgando de los brazos, indolente, ajena al peligro que le acechaba.

Cuidado niños del mundo... Agarrad bien vuestras Sylvanian families porque os las quito, salgo corriendo... y ya me pillará el padre, madre o guarda de seguridad de turno. Con la agilidad que me caracteriza, lo más probable es que me tropiece al más puro estilo Quique Camoiras, me caiga encima de la caja y que la entrañable familia erizo acabe en urgencias.


- Secuestrar un perrito West Highland

¡Venid a mí perritos!

¿Quién le dice que no a esta carica?

Llevo ya mucho tiempo observando indignada el poco caso que hacen muchos dueños de perros a sus mascotas cuando las sacan a pasear. Si por la calle están más pendientes de la mierda del móvil que de su mejor amigo, ¿qué harán en casa? ¿Conectan al perro a la Playstation como hacen muchos padres con sus hijos?

La raza West Highland white terrier es mi favorita. Son la ternura hecha perro, dóciles, sin que digan un ladrido más alto que otro. Es frecuente verlos en los parques ajenos a los demás perros, en actitud circunspecta, como reflexionando sobre el sentido de la vida. Y es que el Western Highland es un perrito filósofo. Cada vez que veo uno por la calle miro inmediatamente a su dueño o dueña para ver si está distraído y lanzarme a la carrera con el perrito en brazos. Igual que en el caso del robo de la Sylvanian Families, al ser una persona que anda más rápido que corre, sería rápidamente alcanzada hasta por una abuela reumática a la que intentara quitarle su mascota, llevándome seguramente una buena sarta de bastonazos (no dudo que merecidos).

Bellaca, vil, rastrera. Me da igual. Sé que ese perrito sería más feliz conmigo, le colmaría de atenciones y cuidados. A mí nunca me verán idiotizada con las redes sociales cuando esté con mi querido cánido.


- Robar bolso de Parfois

Ya lo veo colgándome del brazo

Transparente como yo..
No oculta nada

Aún siento el resquemor que me invadió cuando vi el vídeo en el que una de mis vlogueras favoritas mostró su bolso de Parfois que le servía de oficina móvil. No, no era resquemor, era envidia pura y dura, de la mala. Esa perfección de diseño, color y organización fue la semilla podrida que se coló en mi mente. De ella germinaría la malvada obsesión que me llevó a otra de mis perversas ideas: buscar la tienda de esa marca más cercana a mi casa y, sin ningún tipo de pudor, llevarme ese bolso. Sin pagar.

Qué asco me doy al pensar que de un plumazo puedo despreciar de esta forma al diseñador, productores, dependiente y personal en general de Parfois. ¿Viven del aire? No, viven de que sus clientes paguen religiosamente el coste de sus productos, en este caso, del dichoso bolso. Tal consideración se convierte en nada en mi cabeza cuando veo ese objeto tan bien ideado y realizado.

El destino me puso a prueba hace unos años cuando lo vi en una tienda de la estación sevillana de San Justa. ¿Me lo llevé? Lo dejo a su libre imaginación.

Recuerden...



2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdoooooooo... pero yo me agenciaría cualquier cosa de playmobil, francamente, los peluches esos peluditos dan yuyu... en cualquier caso, te insto a adoptar un perrito, no a robar, jujuju... Que pruebas nos manda el Señor...

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  2. Yo mejor voy a ponerme a contar los funko cuando los invitados se vayan de mi casa...

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