jueves, 31 de octubre de 2019

viernes, 25 de octubre de 2019

Mi epitafio que lo escriba Masters



Me he unido a la legión de fans de esta magnífica, original y extraordinaria obra. Estaba deseando leer esta "antología" y no sólo no me ha decepcionado sino que ha superado todas mis expectativas.

¿Cómo se puede narrar una novela con más de 250 personajes a través de poemas? Pues Edgar Lee Masters lo consigue en la "Antología de Spoon Rivers". Es necesario dar alguna pincelada de la singular vida de este abogado/poeta/dramaturgo estadounidense para situar histórica y personalmente este trabajo:


Si me tiene que defender alguien en un
juicio que sea él

Edgar Lee Masters nació en Garnett (Kansas) en 1868. Hijo de abogado, estudió Derecho pero empezó trabajando de cobrador de una compañía eléctrica. Como abogado ejerció de 1893 a 1923 en Chicago. El amigo Masters se echó una novia presbiteriana con la que creyó que podía tener una relación "abierta" pero con el padre de la novia se topó. Se tuvo que casar con la muchacha y tuvieron tres hijos. Obviamente ese matrimonio estaba condenado al fracaso y se terminaron divorciando. ¿Quedó Edgar Lee desencantado del amor? ¡Qué va! Se volvió a casar con una maestra mucho más joven que él. Un clásico.

Dado que este escritor fue un auténtico "one hit wonder", y a pesar del exitazo de crítica y público, del libro que nos ocupa, Edgar Lee Master acabó malviviendo en el Hotel Chelsea sin un duro. Tras dos años enfermo y hasta arriba de deudas, en 1950 murió en una residencia para enfermos en Filadelfia. 

A nuestro héroe se le etiquetó como el "escritor de la revuelta de los paletos". Así eran considerados los autores que venían de provincias a ciudades como Nueva York o Chicago con ganas de comerse el mundo literario. Ideológicamente Masters se definía como antiimperialista, antibelicista, anarquista, socialista, liberal y anti-corporaciones. Vamos, un auténtico "antisistema" de la época pero con oficio, talento y sin necesidad de taparse la cara o pegar fuego a contenedores.


Hasta su propio sello tiene

Vamos al libro que nos ocupa: la idea de escribirlo le surgió en 1914 al hacer una visita a su madre, que seguía viviendo en su ciudad natal, y repasar con ella las historias de los habitantes de la zona.

Hasta ahí todo normal, lo sorprendente es que Masters decidió realizar su crónica de la vida en Spoon Rivers a través de una colección de epitafios. Pero no son epitafios al uso: son los muertos los que hablan y ponen las cosas claras sobre sus vidas a través de ellos: historias de infidelidades o crímenes sin resolver que quedan por fin aclaradas u odios gestados y no expresados en vida que se desvelan tras la muerte. Las frases"lapidarias" son la condensación de sus vivencias, frustraciones, confesiones... Se sospecha que como el escritor no pudo ser juez al ser vetado por sus ideas políticas en lugar de sentencias escribió epitafios.

La idea de Masters era demostrar que los seres humanos, (banqueros, abogados, campesinos, soldados...) en esencia son lo mismo y se comportan igual sean de donde sean y estén donde estén. Todo el libro destila escepticismo, indiferencia y cinismo. La estructura del libro se organiza de tal forma que los primeros epitafios son los de los fracasados, los borrachos y discapacitados, siguen los vulgares y los héroes son los que aparecen al final. Esta organización nos puede hacer deducir la alta estima en la que Masters se tenía a sí mismo dado que el último epitafio es el suyo.

La "Antología de Spoon River" se empezó a editar por entregas en el periódico Mirror y para hacerse una idea del éxito del libro, baste decir que fue publicado en 1914 y que en 1915 ya llevaba 19 ediciones. La obra fue tan influyente e importante en su tiempo que el epitafio dedicado Anne Rutledge (muerta en 1835) se acabó esculpiendo en su tumba en 1921. Anne Rutledge fue considerada el primer gran amor de Abraham Lincoln pero su relación finalizó trágicamente al morir ella a los 22 años debido a una encefalitis.


Eptitafio de la novia de Abraham Lincoln

Como pequeña muestra del arte derrochado en este libro, les dejo la traducción del epitafio de la señorita en cuestión:

"De mí, indigna y desconocida, brotaron
las vibraciones de la música inmortal:
"Sin malicia hacia nadie, con caridad hacia todos".
De mí, el perdón de millones hacia millones
y el benéfico rostro de una nación
resplandeciente de justicia y verdad.
Yo, que duermo bajo estos hierbajos, soy Anne Rutledge,
amada en vida por Abraham Lincoln,
y esposa suya, no por unión,
sino por la separación.
¡Florece para siempre, oh república,
desde el polvo de mi seno!"


 Por cierto, ¿existe Spoon River? Investiguen, investiguen ustedes...

viernes, 18 de octubre de 2019

Necrosenderismo, el deporte gótico



Los góticos tenemos ciertos gustos peculiares que a veces nos ayudan a desarrollar nuevas disciplinas "deportivas". En mi caso fue el necrosenderismo. Sin quererlo combiné varias de mis actividades favoritas en esta variante que unía largas caminatas, música "jalogüinera" y cementerios. Porque en eso consiste el necrosenderismo: calzarte unas deportivas adecuadas para andar unos cuantos kilómetros, escoger tu cementerio favorito (cuanto más grande mejor) y tus canciones deprimentes favoritas y ¡ala! ¡a ponerse en forma!

En mi caso fue un descubrimiento involuntario. Durante una temporada viví muy cerca del Cementerio de la Almudena, cuya foto ilustra el comienzo de esta pieza, y me dio por pasearme por él cuando salía a andar. Desde el primer día me di cuenta de las posibilidades que tenía esta necrópolis por su belleza, extensión y, por qué no decirlo, tranquilidad. Dado que los cementerios sólo se llenan el 1 de noviembre, el resto del año puedes caminar por ellos encontrándote con pocos vivos que no molestan y estar a tu bola acumulando pasos en tu pulsera de actividad. La belleza de muchas tumbas y mausoleos es digna de admiración. Me sentí tan fascinada por este lugar que me las apañé para dividirlo en cuadrantes y recorrer uno cada día que iba a caminar, pues tal es su tamaño. Lamento decirles que no conseguí recorrerlo entero dado que me mudé lejos de allí antes de terminar mi propósito, pero me quedo con las horas de paz y reflexión que pasé allí.

Esto me lleva a homenajear a esas obras de arte que son ciertas tumbas. Sus creadores y escultores debían tener mayor reconocimiento por su magnífico trabajo. A continuación muestro unos pocos ejemplos clásicos de tumbas dignas de dedicarles más atención:


- Tumba Julio Verne (Cementerio de Amiens)





Con las horas de entretenimiento que me ha dado Verne, y lo que me acongoja su sepulcro. La escultura que "adorna" su tumba es obra del escultor francés Albert Roze.

Qué mal rollo me da ese Verne saliendo cual titán de su ataúd despojándose de su mortaja en un gesto casi violento con un brazo extendido hacia arriba ¿buscando la luz? ¿la libertad? ¿la inmortalidad?


- Tumba del payaso Yuri Nikulin (Cementerio Novodévichi, Moscú)





Lástima que en España no se conozca a ese genial payaso ruso, adorado y convertido en ídolo total y absoluto en su país.

Nikulin representaba el arquetipo de ruso impulsivo capaz de realizar cualquier crítica a base de chistes satíricos y, gracias a su ingenio, fue capaz de burlar la censura soviética. Nunca se pintó la cara y, tal y como muestra esta esta estatua, solía llevar sombrero y una chaqueta excesivamente grande.

La tumba está enfrente del circo donde trabajó y es un lugar de peregrinaje para miles de rusos que suelen tocar la estatua por la leyenda que asegura que pasarle la mano por la espalda da suerte.


- Tumbas de Lola Flores y su hijo Antonio (Cementerio de La Almudena, Madrid)




No podían faltar las tumbas de mi adorada Lola y su hijo Antonio. No tanto por las esculturas que decoran sus sepulturas sino por la relevancia de los artistas que yacen en ellas.

Antonio se parece como un huevo a una castaña y a mi Lola le han hecho una cara que se parece más a Doña Rogelia que al propio rostro "egipcio" de La Faraona, pero en fin... No sé quién es el autor de estos desatinos y prefiero seguir inmersa en mi feliz ignorancia. 


- Tumba de Rocío Jurado (Cementerio de Chipiona, Cádiz)





Y tampoco podía faltar "la más grande", mi venerada Rocío Jurado. Soy muy tiquismiquis para mis cosas y no me parece que haga justicia a la chipionera más universal, pero bueno. Al menos es un mausoleo un poco más currado que el de Lola y la estampa de la Jurado está más trabajada con ese detalle precioso de las peinetas y ese clavel en la mano, homenaje imagino a la mítica canción inmortalizada por ella.


- Tumba de Nadiezhda Alelúyeva (Cementerio Novodévichi, Moscú)




Giro inesperado y vuelta a la madre Rusia. Tras visitar las tumbas de dos folclóricas de pro nos vamos a uno de mis sepulcros favoritos, no tanto por la escultura, desde luego elegante y delicada, sino por la trascendencia del personaje.

Nadiezhda Alelúyeva fue la segunda mujer de Stalin. Sea cual sea la verdad del motivo de su muerte, cualquiera de las explicaciones es igual de terrorífica: la primera indica que se pegó un tiro al no soportar las infidelidades del dictador (las broncas por este motivo por lo visto eran el pan de cada día del matrimonio) y la segunda -quizá la más probable- indica que fue el propio Stalin el que la pegó un tiro ante las continuas críticas de Nadiezhda al trato que le daba su marido a los campesinos ucranianos. Da igual, José solucionó la papeleta haciendo que los forenses certificaran la muerte de su esposa como consecuencia de una apendicitis aguda.


- Tumba de William Yeats (Cementerio de Drumcliffe Church, Sligo, Irlanda)




No por ser muy conocida quería dejar de citar la leyenda de la tumba de Yeats. Esta humilde lápida no custodia los restos del poeta. Me encanta esta historia.

Yeats murió en Francia y fue enterrado en una fosa común en la iglesia de Roquebrune-Cap-Martin (localidad en la que falleció). La armada irlandesa mandó un barco para trasladar los restos del poeta a su país natal, el problema fue que lo que se llevaron no era exactamente el autor... completo.

Tras analizar los huesos de la persona (¿o personas debería decir?) que están en esta tumba se descubrió que no correspondían exactamente a Yeats dado que, para empezar, él tenía un cráneo con unas peculiaridades que no correspondían al hallado. Además, el escritor utilizaba un corsé debido a una hernia en la espalda y la mala fortuna quiso que Alfred Hillis, caballero inglés que fue enterrado a su lado en la fosa común, también lo utilizara. Por lo que... blanco y en botella. A ver: los irlandeses querían un cadáver completo de su ídolo. En la época de la que hablamos lo del ADN como que aún no se estilaba, con lo que al galeno que le tocó recomponer el cuerpo con lo que le dieron, conociendo las dolencias de Yeats, pues montó lo que pudo de aquí y de allá.

A todos los interesados en estos temas les recomiendo encarecidamente la lectura de "La vuelta al mundo en 80 cementerios" de Fernando Gómez Hernández, libro imprescindible para el buen necrosenderista.

Quiero terminar este repasillo al "mundo tumba" con esta frase del filósofo Thomas Hobbes: "Al miedo de un poder invisible, fingido por la mente o imaginado a partir de historias que han sido aceptadas por el público, lo llamamos religión; si no han sido aceptadas, superstición". 

Reflexionen sobre ello.

viernes, 11 de octubre de 2019

Favoritos septiembre 2019



¡Qué raro ha sido el pasado mes de septiembre! Tan raro como que he centrado mis energías en ciertas facetas artísticas y he descuidado totalmente otras. Me he dedicado en cuerpo y alma a la lectura y ¡no he visto ni una sola película! No importa, corregiremos esta situación en octubre.

De momento, quedan para la posteridad estos favoritos del último mes del verano 2019:

- Mejor libro: "Lo que más me gusta son los monstruos" Emil Ferris (2017)



Una historia de superación en la trama
y en la historia de la autora


Firme candidato a libro de año en dura liza con un libro de cuentos del que tendréis noticias en unos meses. Yo no sé qué me ha impresionado más, si la historia que se relata, la EXTRAORDINARIA técnica con la que está dibujada o la propia vida de la autora.

Primero unas pinceladas sobre Emil Ferris: esta una escritora, dibujante y diseñadora estadounidense nacida en Chicago en 1962 comenzó su vida profesional como ilustradora independiente y diseñadora de juguetes. La tragedia le sobrevino a principio de los 2000 cuando contrajo la fiebre del Nilo Occidental por la picadura de un mosquito. Quedó paralizada de cintura para abajo y perdió el movimiento de su mano derecha. Pero con esta mujer no hay mosquito que pueda y, tras una dura rehabilitación, recuperó parcialmente la función motora y volvió a dibujar, tras matricularse en el Instituto de Arte de Chicago. Seis durísimos años le llevó crear el libro en cuestión.

Las obsesiones y gustos de Ferris pueblan toda la novela: desde pequeña le encantaron los monstruos, el programa de televisión Creature Features, los cuadros de Goya y los carteles de películas de terror e historias de EC Comics. (En los años 40 y 50, durante su etapa de mayor esplendor, Entertaining Comics se especializó en tebeos de ciencia ficción, crímenes, guerra y sobre todo terror. Debido a la presión de la censura, cerró todas sus publicaciones para concentrarse en la revista de humor Mad).

Sin desvelar mucho de la trama, diremos que gira en torno a la niña-lobo Karen Reyes, que vive en Chicago en un entorno realmente hostil, y comienza a investigar el crimen de su vecina de arriba. A partir de ahí, la historia da un giro inesperado que nos lleva a la persecución nazi contra los judíos. Emil Ferris pasó su infancia en un barrio judío, donde escuchó alguna de las historias que aparecen en el libro.

No quiero dejar de destacar las distintas técnicas de dibujo que Ferris emplea en esta novela gráfica. Realizado sólo con un boli Bic y un rotulador Paper Mate, el cómic simula ser un cuaderno de espiral donde la protagonista va dibujando su diario.

No dejen de leerlo.


- Disco del mes: "Platform" Holly Herndon (2015)


Hipnótico 

Este álbum fue reconocido en su día como el mejor del año en música electrónica experimental por muchas y prestigiosas publicaciones (Pitchfork, NME, The Guardian...). El segundo trabajo de la estadounidense afincada en Berlín trata de un tema con el que estoy algo obsesionada (ya saben...):  la relación que tenemos con la tecnología que nos abruma hoy en día, con reflexiones sobre cómo nos afecta y cómo la usamos. 

Disonante a veces, desconcertante otras y con bellas melodías en la mayoría de las canciones, a este trabajo hay que dedicarle más de una escucha y mucha atención porque merece totalmente la pena. 

De muestra un botón:





- Imagen del mes: Portada "SR3MM" (Rae Sremmurd)



Hay que tenerlos muy gordos para sacar una portada como la del último disco de Rae Sremmurd.
Estos hermanos de Mississippi hacen un hiphop original de gran calidad y el año pasado editaron "SR3MM", su tercer trabajo de estudio.
El caso es que el "look" de uno de ellos me recuerda sospechosamente a...




- Persona del mes: Camilo Sexto

Así le voy a recordar

Se nos ha ido Camilo Sesto. Descanse en paz este magnífico cantante que tantas horas de gozo musical nos ha dado desde mediados de los 60. Ya se ha escrito tanto de este alicantino, merecidísima medalla "Máximo Orgullo Hispano" en 2011 en Las Vegas, que yo sólo tengo que decir que me quedaré siempre con sus impagables actuaciones en el mítico programa 300 millones, su elegancia y dandismo desde el comienzo de su carrera y las maravillosas canciones clásicas suyas como "Perdóname", "Vivir a así es morir de amor", "Fresas salvajes" o "El amor de mi vida".

Y por encima de todo, esta actuación en "Esta noche fiesta" de 1977. Todas las veces que Camilo interpretó la oración del huerto de Getsemaní del musical Jesucristo Superstar fueron épicas, y esta no lo fue menos. No quiero meterme con nadie pero... a ver qué "artista" de estos que hoy en día arrastran a los milenials con sus soniquetes infames le llega a este intérprete vamos... ni a la suela de los zapatos:




¡A ver qué nos depara el otoño!


viernes, 4 de octubre de 2019

Vidas no ejemplares: Delphine Lalaurie



Madre mía, menuda tipeja... Descubrí la vida de esta malnacida a través del magnífico libro "La vuelta al mundo en 80 cementerios" de Fernando Gómez Hernández. La biografía de esta sádica asesina me dejó tan sorprendida que no he podido por menos que recopilar la información que he hallado de su existencia y dejar constancia de la misma. Este especial pre Halloween es más terrorífico que muchas de las pelis o libros del género gore y lo más espantoso de todo es que fue real...

El nacimiento de Marie Delphine LaLaurie se data alrededor de 1775 en Nueva Orleans, ciudad de leyendas chungas donde las haya. Miembro de una familia adinerada de orígenes irlandeses, este ser era considerada una de las bellezas de la época (¿en serio?) y se codeó con lo más granado de la sociedad de la época. No quiero ser desconfiada, pero a mí me da que por mucho que no se haya comentado, la muerte de sus tres maridos no creo que fueran ni accidentes ni naturales. El primero fue el español Don Ramón de López y Angulo, Caballero de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III (ahí es ná), cónsul general de España en Luisiana para más señas. Allá por 1804 Don Ramón fue convocado para ir a España y ¡oh casualidad! el señor murió en la travesía mientras Delphine daba a luz en el mismo barco a su primera hija: Marie Borgia Delphine López y Angulo de la Candelaria. La recién estrenada madre y viuda volvió a Nueva Orleans con su pequeña.

No perdió el tiempo. En 1808 la futura serial killer se casó con Jean Blanque, un viejo con buenas perras que además de banquero fue comerciante, abogado y legislador. Dado que al anciano no le quedaban muchas reservas vitales, la Lalaurie no perdió el tiempo y rápidamente tuvo a sus cuatro hijos siguientes con él: Louise Pauline, Louise Marie Laure, Marie Louise Jeanne, y Jeanne Pierre Paulin. Un poco de coña lo de los nombres. Y, ahora que lo pienso, un poco Dr. Iglesias Puga (Dios tenga en su gloria) que debía ser el Jean Blanque ese.


La verdadera casa de los horrores. ¿A que la han visto
 en unos cuantos documentales y telediarios?

El señor mayor fértil y adinerado pasó a mejor vida en 1816. Para entonces ya había rumores por toda la ciudad del posible maltrato que la señora de la casa infligía a sus esclavos, pero ¿cómo pensar eso de la Sra. Blanque que tan solícita y amable era con los negros que se encontraba por la calle? Pues a lo mejor el ver saltar desde el tejado a una adolescente que prefirió suicidarse antes de seguir soportando los latigazos que le estaba propinando su ama pudiera ser una pista (no sé, quizás) de lo que podía estar pasando allí dentro.

De hecho, durante el tercer matrimonio de nuestra protagonista con el médico Leonard Louis Nicolas Lalaurie, con el que se casó en 1825 , sí tuvo una "inspección" en la que el poli de turno no vio nada excesivamente raro en la mansión de Royal Street 1140, una pedazo de casa de tres pisos en la que la señora hizo y deshizo como le vino en gana. Para disimular emancipó a dos esclavos, dado que ya se hablaba con más insistencia en las mega fiestas que daba la tipa de lo demacrados y débiles que estaban los del servicio. Como consecuencia de la investigación sólo se le obligó a liberar a nueve esclavos pero, qué horror, los contactos de Delphine Lalaurie encontraron a los liberados y les hicieron retornar a la casa. No quiero ni pensar lo que les debieron hacer sabiendo cómo se las gastaba esa torturadora.

La cuestión es que un accidente fortuito el 10 de abril de 1834 fue el que destapó todo el espanto que se vivía en el número 1140 de la Royal Street: la cocinera de la mansión, que permanecía permanentemente atada a la cocina por un tobillo, ya no pudo más e intentó suicidarse provocando un incendio. La mujer temía ser enviada a un cuarto de castigo del que nadie había vuelto a salir. El incendio se descontroló y a acudir los bomberos se descubrió todo el pastel. Cuando no sólo los bomberos sino algunos ciudadanos más sensibilizados preguntaron por los esclavos para ayudarles a salir, la muy cerda de la Lalaurie se negó a entregar las llaves de las estancias y la turbamulta, ya con la mosca detrás de la oreja, tiró la puerta abajo y se encontró lo que se encontró: varios esclavos medio muertos tras haberles infligido todo tipo de golpes, mutilaciones, torturas... colgados del techo durante meses en un evidente estado de inanición. Todavía el marido de Delphine (recordemos, un médico, por cierto bastante más joven que ella por lo que su matrimonio siempre estuvo en entredicho por ser una boda por interés por parte de ella y que en el fondo lo odiaba) se permitió el lujo de decir en plan chulesco que la gente debería quedarse en su casita y no meter las narices en las de los demás.

¿De verdad de esta opinaban en su época que
era guapa? Vamos, ni por dentro ni por fuera

Cuando el peligro del incendió pasó, muchos ciudadanos de Nueva Orleans asaltaron el edificio indignados a la par que aterrorizados cada vez que abrían una puerta o escarbaban en el jardín por lo que encontraban. Más de cien cadáveres se distinguieron, niños y ancianos incluidos. Y digo se distinguieron porque dado que algunos habían sido mutilados y recosidos de nuevo, me imagino que la labor del forense de turno fue complicada por decir algo. Los esclavos que aún estaban en un estado "salvable" fueron mandados a la cárcel pero no para ser juzgados (¡faltaba más!) si no para dispensarles el trato médico necesario. Claro que, perdonen mi escepticismo, me temo que, además de para intentar curarles,  fue "para lucirlos" ante la ciudadanía, un poco de "escaparate espantoso" ilustrando lo que había sucedido en la casa de los Lalaurie.

¿Y los torturadores? Pues lo que suele pasar en la vida real: se fueron de rositas. No se sabe cómo (los contactos una vez más) el matrimonio huyó en un carruaje y la leyenda cuenta que desde el puerto de Mobile en Alabama, al menos Delphine, llegó a París donde se cree que murió víctima de un accidente de caza en 1842. Lástima que no la pillara la turba en Nueva Orleans o se la dejaran directamente a los esclavos supervivientes para hacer con ella lo mismo que ella les infligió. 

Un apunte sobre el escenario de los crímenes: la casa se ha reconstruido varias veces y uno de sus compradores fue ¡cómo no! Nicolas Cage, el cual la adquirió en 2007 por 3,45 millones de dólares aunque ya se cuidó él de adquirirla a través de una agencia para que su nombre no figurara como dueño. Una vez más la jugada no le salió bien y se mal subastó dos años más tarde por liquidación bancaria por 2,3 millones.
La dichosa mansión puede ser visitada (si hay huevos) en uno de los muchos tours que se ofrecen como reclamo turístico al ser considerada una de las casas encantadas de mayor atractivo mundial. Ni loca me meto yo ahí.

Nicolas Cage: ¡qué boda sin la Tía Juana!

Semejante "personaja" no podía pasar desapercibida para el mundo literario y hay dos libros donde aparecen descritas de forma muy explícita las prácticas que Delphine Lalaurie realizaba sobre sus esclavos. El primero se publicó en 1946, "Cuentos de fantasmas del viejo Nueva Orleans" cuya autora fue Jeanne deLavigne y en 1998 "Viaje a la oscuridad: Fantasmas y Vampiros en Nueva Orleans", escrito por Kalila Katherina Smith. En la tele hemos podido ver a la extraordinaria actriz Kathy Bates haciendo el papel de Delphine  en la tercera temporada de American Horror Story (Coven) por el que se llevó el Emmy a la mejor actriz de reparto de miniserie o telefilme en 2014.


Impresionante la Bates como Delphine Lalaurie 

Como ven no me he extendido mucho sobre las bestialidades que Delphine Lalaurie cometió con los seres humanos que tuvieron la desgracia de estar a su servicio. Podría terminar con un párrafo para que vomitara hasta el más pintado pero... hay suficiente información sobre ello en cuanto busquen su nombre. Sólo piensen en esta ecuación: Bathory + Tepes + "El ciempiés humano" + "Old boy" + "Audition" +"Ichi the Killer" = Delphine Lalaurie. Ahí lo dejo.