Hace unos días me llamó muchísimo la atención ver a un chiquín que se acercaba a jugar con sus amiguitos en el parque portando una palangana rara. No pude por menos que quedarme un rato mirando para saber a qué leche iban a jugar con semejante artilugio. ¡Era un circuito para jugar a la peonza! ¡Qué ilusión me hizo ver que, en la era de los móviles, las tabletas, los videojuegos más sofisticados y requetevirtuales, hay niños que disfrutan de un juego REAL tradicional como ese! Quizá sea consecuencia del éxito de la serie Beyblade: Burst Turbo, no sé, el caso es que encantó que los chavales demostraran sus habilidades lanzando sus modernísimas peonzas, clavadas a las de la serie en cuestión.
No pude evitar una punzada de nostalgia acordándome de los juegos/muñecos de los que disfruté en la infancia. Unos para jugar en solitario y otros para compartir, quiero hacer un pequeño homenaje a algunos de ellos, los primeros que se me han venido a la cabeza al echar la vista atrás:
Exin Castillos
Tente
Y si el juego anterior te daba para construir cosas distintas a un castillo con un pelín de imaginación, con las piezas del Tente ya podías crear casi lo que quisieras. Cómo molaban aquellos ladrillitos y distintas piezas de diferentes colores. Pero, sinceramente, creo que lo mejor de todo era la emoción de encontrar piezas cuando barrías debajo del armario. ¡Qué afán tenían de perderse y esconderse!
Multihobby
Cartas familias del mundo
Juegos de agua Geyper
La de horas que me habré pasado perdiendo la paciencia y los nervios intentando meter los aritos en los postes, llevando la pelotita por el laberinto... o cualquier malvado reto que te planteaban estas cajitas llenas de agua y sencillos circuitos que eran para mí inescrutables retos. El mecanismo no podía ser más simple ni más adictivo a la par: apretar un botón para lanzar un chorro de agua que impulsara las piezas y un poco de habilidad eran suficientes para pasar horas de diversión. El problema era mío si carecía de la mínima gracia para jugar y la diversión se acababa convirtiendo en el cabreo de un mono y un amago de ataque de ansiedad. Pero aún así... Cómo me lo pasaba.
Autocross
La joya de la corona. Por favor, miren el artilugio. Más simple que el mecanismo de un chupete. Pero el placer que sentía encendiendo la maquinita con la llave y poniéndome al volante del cochecito que giraría por el circuito sin parar sigue siendo inenarrable. Señor o señores creadores del Autocross, nunca podré agradecerles lo suficiente las horas, qué digo, días, que me pasé gozando del placer del conducir muchos años antes de que tuviera la edad suficiente para sacarme el carnet.
Juegos reunidos Geyper
Cine Exín
Nancy
¡Pero qué guapa era mi Nancy! Ojo, la de los 70, no ese invento que se sacaron de la manga hace unos pocos años. Que la Nancy actual es una choni ¡y encima tiene una app! ¡Es que no tienen imaginación los críos de hoy en día para jugar con una muñeca sin necesidad de que un equipo de marketing le dirija desde el móvil! ¡Por favor! No sé cómo han tenido el valor de llamarla igual. Intolerable.
A lo que vamos. La Nancy era monísima, estilosa, con su inacabable colección de vestidos y complementos, de los que he querido rescatar el armario de la foto, que me encantaba... Una muñeca fantástica que tenía una hermana pequeña, Lesly, y, al igual que la raquítica operada de la Barbie, tenía un novio. Qué pena, todo el mundo se acuerda de que el novio de la Barbie se llama Ken pero, ¿recuerdan cómo se llama el novio de la Nancy? Tranquilos, yo se lo digo: Lucas, como el de la inolvidable canción de Raffaela Carrá.
Barriguitas
Visores diapos
Mastermind
Es que lo tenía todo: fichitas de colorines, afán de hacerte pensar y deducir, emoción hasta saber si habías acertado la combinación de colores que tu rival había preparado... No hay palabras para describir la turbación que te causaba ir viendo cómo el "mastermind" que escondía la combinación de colores iba colocando chinchetas negras o blancas, dependiendo de si habías acertado color y posición de una ficha o solo el color... o nada. ¡Qué tremenda alegría cuando destapaba el tejadillo con el que celosamente ocultaba la combinación ganadora y qué frustante cuando llegabas al intento final sin haberla adivinado!
Maratón
"Sádico" artilugio con el mismo principio de los juegos de agua, sin el agua. Unos botoncitos, unas palanquitas y mucho pulso y habilidad eran lo único necesario para dirigir la canica y que pasara por todo el circuito de rampitas, tubos y columnas sin caerse en un tiempo límite. Lástima, yo tenía las palanquitas, los botoncitos pero... siempre me faltó el pulso y la habilidad. Décadas más tarde sigo igual, pero entusiasmo para jugar, oiga, de eso me sobra.
Y hasta aquí un pequeño repaso y homenaje a los juegos de mi infancia. Quizá ni mejores ni peores de los que hay hoy en día. Cada uno disfruta de lo que le toca vivir. (Qué tontería de "bienqueda": niños del parque de enfrente de mi casa, seguid jugando con la peonza. Mucho mejor que los juegos de "mata-mata" que os destrozan el cerebro y la vista en la pantalla de turno).
Por cierto, como seguro que hay cientos de juguetes y juegos entrañables que obviamente se han quedado fuera de este post, por favor dejadme en comentarios alguno que os traigan buenos recuerdos para compartirlos. ¡Muchas gracias!
... madre mía, que recuerdos... y "Hundir la flota"?... me encantaba...
ResponderEliminaraayyy, los volvería a tener todos!!
ResponderEliminarHe podido disfrutar de casi todos (menos las muñecas)!!!. El que más ilusión me hizo fue el Autocross.
ResponderEliminarYo jugaba con el Cheminova y un microscopio pequeño, se ve que me vieron cara de ciencias de pequeña...
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