jueves, 6 de octubre de 2022

Arthur Conan Doyle: no solo de Sherlock Holmes vive el hombre


¡Ay qué ganas tenía de hablar de este libro! Quería esperar hasta los especiales de Halloween para explayarme en la colección de relatos góticos de Sir Arthur Conan Doyle.

El creador de Sherlock Holmes es de sobra conocido por todos, así que me voy a limitar a dar unos breves apuntes sobre su biografía y personalidad (que la tenía y mucha), para poner en contexto el origen y la motivación de estos relatos.

Tiramos de "datos Wikipedia": el autor que nos ocupa nació en Edimburgo el 22 de mayo de 1859. Como tenía familia de buenas perras pudo cursar estudios en colegios de la Compañía de Jesús tanto en Inglaterra como en Austria. Años más tarde, mientras estudiada medicina, no solo empezó a hacer prácticas como cirujano en un barco ballenero, sino que ya publicó alguno de sus primeros relatos. Como debía ser que todo esto le sabía a poco, en 1900 y 1905 se presentó a las elecciones al Parlamento inglés por el Partido Unionista Liberal de Escocia, con ningún éxito por cierto. Y hasta aquí vamos a contar porque con estos datos ya tenemos suficiente para analizar la parte que más me gusta de este carismático mala virgen: la incoherencia.

El amigo Arthur: yo, me, mi conmigo

Arturo fue en su vida una contradicción pura y su mezcla mental se reflejó fielmente en sus relatos. Tenemos por un lado a un médico (empirismo) que con el paso de los años acabó siendo el más fanático defensor del espiritismo, que a su vez no solo contradice sus estudios, sino también sus creencias católicas, que a su vez contradicen su carrera médica... Me estoy liando...

Por otro, el Imperio Británico tuvo en él el mejor defensor de su causa... hasta que estuvo a favor del Estatuto de Autonomía de Irlanda, y luego volvió a cambiar de opinión. Siguiendo con la incoherencia política, vertía opiniones muy paternalistas (cuando no racistas) sobre los nativos de las tierras conquistadas en África, pero puso el grito en el cielo y fue un gran crítico con las barbaridades que el rey belga Leopoldo II hizo en el Congo (curiosamente menos conocidas que las leyendas negras de otros países).

Y para colmo tuvo que escribir en contra de su voluntad, por petición del populacho, más y más historias del empirista y lógico por excelencia, Sherlock Holmes, cuando lo que le gustaba era crear ficción histórica y es por lo que quería ser recordado.

Conmigo bromitas las justas
(y quítame a este payaso de detrás)

Teniendo en cuenta todos estos apuntes, podemos pasar a disfrutar de los relatos que se recogen en este volumen y que abarcan desde 1880 a 1922. Lo primero que aprecia es la gran evolución en el conjunto de los relatos. Hay veces que los creadores lo dan todo en sus primeras obras y luego intentan mantenerse, en el mejor de los casos, o caen en el autoplagio, o directamente sus siguientes trabajos son para olvidar. En el libro que nos ocupa, cada historia es mejor que la anterior, las tramas van siendo más complejas, el estilo más cuidado, y te mantienen en vilo hasta el final, con varios desenlaces realmente ingeniosos y sorprendentes.

Es también curioso que, según avanza la cronología, parece que los miedos de Arthur pasan de fantasmas, leyendas, problemas mentales... a cuestiones mucho más tangibles y "tecnológicas". De misterios más o menos esotéricos en los páramos de Inglaterra o sus colonias, pasamos a historias en aviones o ascensores, como si al escritor le dieran más miedo las modernidades que los espíritus que nos acechan desde otra dimensión. ¿Qué relatos hubiera podido hacer con internet o los smartphones?

Tumba de Conan Doyle en la iglesia
de Minstead en New Forest (Hampshire)
 

No quería dejar de comentar el posible origen de ese interés desaforado por el espiritismo a partir de la década de 1880, y que él mismo confesó "oficialmente" en 1918. Se cree que fue por el trauma que sufrió a partir de la muerte de su primogénito Kingsley debido a una neumonía que sufrió tras ser herido en combate en la Primera Guerra Mundial, sumado al fallecimiento de su hermano favorito, Innes, que sí sobrevivió a la guerra, pero falleció junto a dos cuñados y dos sobrinos de Conan Doyle en la pandemia de 1919. Parece que consiguió contactar con su hijo y con su hermano en diversas sesiones de espiritismo.

Con todo esto, en los relatos góticos de Conan Doyle hay colores para todos los gustos. Destacamos aquí varios temas, para facilitar el que vaya usted al relato que más le interese:

- Miedo a encontrarse con un chalao con malos instintos: "El cirujano del páramo de Gaster", "El cazador de escarabajos"

- Objetos encantados: "El espejo de plata", "El arcón de rayas"

- Torturas/gore: "El embudo de cuero", "El caso de Lady Sannox"

- ¿Le va el rollo en plan "Kachulu"?: "El terror de la cueva de Blue John"

- Miedo a volar/vértigo: "El horror en las alturas", "El ascensor"

- ¿Algo más "David Lynch style"?: "Un saloncito de pesadilla".

- Egipto misterioso: "El lote nº 249", "El anillo de Thoth"

- India misteriosa: "La mano morena"

- ¿Fobia a animales?: "El gato brasileño"

- ¿Le va el rollo "güija"?: "Jugar con fuego"

- Casas encantadas: "La habitación sellada"

- Fantasmas puros y duros: "El matón de Brocas Court", "De profundis"

Como ven hay estilos para todos los gustos, y me dejo unos cuantos en el tintero. Pero la verdad es que, como suele pasar, la realidad supera a la ficción y el relato que se va a quedar en mi memoria por siempre debido a lo que me impresionó, es el más realista de todos: "El tarro de caviar" (1908). El enemigo en esta historia es muy tangible: los chinos. Un grupo de occidentales está aguantando como puede el asedio dentro de un fuerte que se encuentra aislado en medio de la Revuelta de los Bóxers, a la espera de que su ejército llegue a tiempo a ayudarlos. El médico y el coronel que encabezan los occidentales se plantean qué hacer para no caer en manos chinas si no les rescatan a tiempo. El verdadero terror de esta historia, y lo que te deja un mal cuerpo que no veas, es el dilema moral que plantea, suicidio/asesinato, que Conan Doyle deja magistralmente en el aire para que el lector juzgue y se posicione.

No puedo terminar esta entrada sin mi típica frase: les recomiendo encarecidamente que lo lean.

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