domingo, 10 de mayo de 2020

¿Quién domesticó a quién?



En estos días que hemos visto campar a sus anchas a montón de animalejos por pueblos y ciudades gracias a nuestro "confitamiento", ha dado la casualidad que he estado leyendo el gran ensayo "Domesticados" de la médico-paleopatóloga Alice Roberts.

Esta extraordinaria divulgadora plantea en este libro una curiosa pregunta: ¿quién domesticó a quién? ¿Nosotros a las especies o las especies a nosotros? El hombre, en su infinita arrogancia y su tendencia a jugar a ser Dios (ya vemos a lo que nos ha llevado), tiende a pensar que ha sido él el que ha domado a la naturaleza cuando puede que sea ella la que nos ha cambiado a nosotros.

Roberts escoge a diez especies absolutamente familiares para todos y analiza el impacto mutuo que nos hemos causado. A saber:
  1. Perro
  2. Trigo
  3. Reses
  4. Maíz
  5. Patatas
  6. Gallinas
  7. Arroz
  8. Caballos
  9. Manzanas
  10. Humanos (sí, también nosotros mismos)
Roberts nos explica la diferencia entre cultivar y domesticar en el caso de las plantas, y el fenómeno de simbiosis, que no servilismo, en el de los animales. Cultivar significa sembrar, cuidar, cosechar. El proceso de domesticación consiste en ejercer presión sobre su genotipo y fenotipo de las plantas sometiéndolas a presiones selectivas. Esta misma definición vale para los animales, solo que en este caso tendemos a creer que somos sus amos, sin pararnos a pensar que al principio del proceso en realidad el encuentro entre especies fue una asociación simbiótica, compartiendo y cogiendo prestados recursos mutuos. Y, no es por nada, pero debería ser un baño de humildad considerar que hemos domesticado un ínfimo número de especies, comparado con todas las que hay en el mundo.

Es muy interesante la investigación sobre el origen de la domesticación según las especies. ¿Hay un origen único u orígenes múltiples? Pues parece haber bastante unanimidad en la teoría de que la domesticación ha tenido lugar muchas veces y en muchos sitios distintos. Y una pista para localizar a la especie original es saber que tiende a mostrar mayor diversidad cuanto más cerca está de su origen. Al fin y al cabo, es allí donde ha tenido más tiempo para acumular diferencias.

¡Ah! Y no dejemos de lado la importancia del cambio climático en nuestra supervivencia. Y no, no estoy hablando del actual, me refiero al que ocurrió hace miles de años. ¿Por qué a dos grupos de cazadores-recolectores tan alejados entre sí como los del levante del Mediterráneo (la Media Luna Fértil) y los de Lejano Oriente (véase el Valle del Yangtsé), les dio por cultivar los cereales que se desarrollaban en cada territorio? ¿Por hacerse veganos de repente? Pues no. Al llegar la sequía helada que duraría más de mil años, aquellos parientes lejanos nuestros debieron empezar a cultivar las hierbas silvestres (trigo, cebada y avena en el Mediterráneo y arroz en China) ante la escasez de caza. Esto sucedió hace entre el 11.000 y el 8.000 a.C. Estas plantas se habían desarrollado "a mogollón" tras el aumento global de los niveles de dióxido de carbono en el 15.000 a.C. Vamos, que más que una elección dietética, fue necesidad pura y dura. Nada de paseos triunfales por lo "listos" que somos, sino que una serie de catastróficas desdichas nos llevaron por el azar y la fortuna a cambiar de estilo de vida. ¡Y pensar que en origen muchas de estas plantas se consideraban malas hierbas! ¿Malas hierbas el lino, la rúcula, la zanahoria, el guisante y el cilantro? ¡Cómo ha cambiado el cuento!

La verdad es que es apasionante descubrir, por ejemplo, cómo nos asociamos con los lobos, Una vez vencidas las reticencias entre humanos y los Canis lupus, ellos nos protegieron contra depredadores o cuidaban nuestros rebaños, a la vez que aprovechaban los restos de nuestra caza, con lo cual les salía a cuenta quedarse a nuestro lado para asegurarse el alimento. Y poquito a poquito llegaron a ser los Canis lupus familiaris, o sea, nuestros perros.

La crianza selectiva, especialmente de los animales, nos ha llevado a ir escogiendo lo que mejor nos viniera según la época. Un poner: según nos ha convenido para nuestras guerras (manda narices) hemos seleccionado los caballos más rápidos y ágiles para tirar de carros, o más pesados y resistentes, para llevar las piezas de artillería. O los bueyes, que nos han servido para los carromatos y así los pastores han podido migrar con su casa a cuestas y sus rebaños.

Qué decir del cambio de tamaño en las especies que hemos domesticado. Hemos preferido el trigo que daba granos más grandes; las vacas, según las épocas, las hemos escogido grandes para que dieran más carne y, cuando nos ha convenido tener más leche, hemos hecho parir a vacas inmaduras terneros que al nacer pesaban menos de lo normal, con lo que el tamaño de la especie iba disminuyendo. Por cierto, de la necesidad de almacenar la leche (y posteriormente de hacer queso) pudo surgir la alfarería. Vamos, que no es de hoy el ir manipulando las especies que se han dejado domar.

¿Y eso de dedicar un capítulo a la domesticación del hombre por el hombre? Pues sí, la autora defiende la teoría de que somos una especie que se ha domesticado a sí misma al ser el hombre un ser social. Roberts considera que somos más mansos y tolerantes, hemos sido capaces de desarrollar el arte y el lenguaje y, gracias a abrirnos a la comunicación, hemos difundido las ideas y hemos alcanzado una gran complejidad cultural. Siento disentir en ciertos puntos de su teoría. No creo en ese "buenismo". Pero si una eminencia como ella lo cree... pues razón tendrá.

En fin una lectura amena e interesante la de este libro, que además nos hace reflexionar sobre la polémica de la crianza selectiva (que se lleva haciendo desde los albores de la humanidad) y la manipulación genética que tantos debates genera. Queremos comer mucho, de todo y todo el año, y la tierra no da más de sí. ¿Por qué aceptamos que las plantas se irradien desde hace hace casi un siglo (así, a lo tonto) para conseguir mejores ejemplares y ponemos el grito en el cielo cuando se realiza la misma acción sobre el ADN de una forma más precisa? En ambos casos se han potenciado virtudes que nos convenían y se han eliminado ciertos rasgos que no nos venían bien. Quizá sea porque en la manipulación genética se utilizan virus como vectores, porque los que impulsan estas investigaciones son corporaciones que nos resultan lobos con piel de cordero, porque "las cosas cada vez saben más a nada"...

Lo dicho, libro divulgativo totalmente recomendable tanto para "gentes con estudios" como para profanos. Para cerrar este post no quisiera dejar de referir un dato cuanto menos curioso que se explica en el capítulo dedicado a las manzanas: ¿saben que por un recurso de narración, en un flagrante error de traducción, lo que se comió Eva no fue una manzana sino que pudo ser un pomelo, una naranja o una granada? Investiguen, investiguen... 

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